Por fin, tras varios años, los jóvenes de la Diócesis de Getafe (alrededor de 300) hemos vuelto a Javier, a nuestro querido Javier. Pese a todos los inconvenientes previos a la peregrinación, el frío y la nieve previstos para el fin de semana, los jóvenes no nos echamos atrás y nos aventuramos a seguir al Señor, haciendo caso al lema propuesto “Aquí estoy, Señor; envíame a dónde quieras”.
Para todos aquellos que hayáis peregrinado alguna vez con la delegación la planificación de la misma no os resultará algo nuevo. El viernes salimos de nuestras parroquias para llegar al primer encuentro, el rezo de Completas.
El sábado, con algo más de frío, comenzamos el camino, 20 km en los que hubo tiempo para muchas cosas: rezar, hablar, conocerse, hacer amigos. A mitad de camino tuvimos la gran suerte de que nuestro obispo don Ginés se uniera a nosotros y pudimos llegar a Javier con él.
Una vez allí pudimos celebrar la Eucaristía, en la que don Ginés nos invitó a seguir los pasos de san Francisco Javier, atreviéndonos a levantarnos, dejarlo todo y seguirle. Con estas palabras resonando en el corazón tuvimos tiempo de compartir con nuestros amigos, de cenar y de disfrutar una velada muy divertida. Después tuvimos la gracia de disfrutar de un rato con el Señor para posteriormente ir a descansar.
El domingo, después de compartir juntos la oración de Laudes pudimos entrar a ver el castillo y tener el anhelado encuentro con el Cristo que sonríe, al cual los jóvenes de Getafe tenemos gran devoción.
El tiempo que pude estar a sus pies fue una preciosidad, ya que resonaba en mí una de las frases más repetidas durante la peregrinación “¿qué tiene Javier que hace tanto bueno en nosotros?”, algo que no podemos explicar por completo pero que somos conscientes de que el Señor se nos revela de una forma especial. No soy capaz de responder totalmente a esa pregunta, pero puedo invitaros a vivirlo, a no dejar pasar la oportunidad de rezar delante de este Cristo que te sonríe porque te ama infinitamente y que no tiene ojos para nadie más.
Finalmente, tuvimos la gran suerte de ser acogidos en la Catedral de la Asunción, en Burgo de Osma, por el obispo de esa diócesis que compartió con nosotros la Eucaristía.
Ahora, ya desde casa, nos toca asimilar todo aquello que hemos vivido este fin de semana y reposar en el corazón lo que el Señor nos ha revelado.