Sin duda, la pastoral con jóvenes es uno de los pilares fundamentales de la pastoral general de la Iglesia. Resulta necesario abordar nuevos retos, nuevas inquietudes, nuevos caminos y nuevas necesidades ante una juventud en constante cambio y estimulación. Jesucristo, eterna novedad, siempre joven y Evangelio eterno (cf. Ap 15, 6) debe ser también actual para los jóvenes del mundo y de nuestra diócesis, con una propuesta cristiana que no envejezca.
Trabajar con personas jóvenes no siempre es tarea fácil. Nos enfrentamos a una juventud muy cambiante, con grandes retos por delante, pero con escasas herramientas, muchas veces, para hacer frente a las dificultades. En un mundo en el que lo superfluo reina, en el que los estímulos externos son múltiples y constante, en el que las propuestas espirituales son tan abundantes, pero a la vez tan pobres, y en el que el joven es sedicente desde un primer momento, ¿qué resquicio nos queda de esperanza? ¿qué lugar puede ocupar Cristo? ¿cómo presentar a los jóvenes una propuesta de vida de altura?
Ante este difícil paradigma que nos encontramos hay que recordar que, pese a las máscaras, el corazón de los jóvenes sigue siendo el mismo al que aludía San Juan cuando decía: “Os he escrito, jóvenes, porque sois fuertes” (1 Jn 2, 14). Siguen teniendo ese ímpetu, esas ganas de soñar cosas grandes, buscar horizontes amplios, atreverse a más, querer comerse el mundo, ser capaces de aceptar propuestas desafiantes, etc. Por ello, debemos atender a las palabras del Santo Padre cuando nos indica que “El corazón de cada joven deber por tanto ser considerado tierra sagrada, portador de semillas de vida divina, ante quienes debemos descalzarnos para poder acercarnos y profundizar en el Misterio”.
No deberíamos pensar que el potencial de los jóvenes de ahora es menor que el de hace 10 o 20 años. Sus capacidades han cambiado, las formas de comunicarse, de relacionarse y de ver el mundo; pero ellos son los primeros que son capaces de comprometerse cuando algo les estimula y les atrae, pero, sobre todo, cuando creen que algo merece la pena. Se comprometen diariamente con los amigos, se siguen comprometiendo cuando encuentran pareja, se comprometen con ideologías políticas, ecología, cuidado de la casa común o luchas sociales. No podemos pensar que el joven de hoy no se compromete con nada, solo que su forma de compromiso es diferente; “Que nadie te menosprecie por tu juventud” (1 Tim 4, 12).
La preparación de los planes pastorales debe tener como referencia esta nueva realidad. Tener en cuenta los nuevos lenguajes, las nuevas formas de relacionarse y los nuevos estímulos externos. Por un lado, se deben tener en cuenta para poder usarlos en la Iglesia y así atraer a los jóvenes y, por otro lado, tenerlos en cuenta para ayudarles a discernir qué merece la pena tomar como propio y qué se debe desechar. Así pues, creemos oportuno utilizar, para la elaboración de este plan pastoral, dos documentos que marcan ayudan el camino de la Iglesia en este tiempo: la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (2013) y la Exhortación Apostólica Christus Vivit (2019), además de acudir a otros documentos esenciales como el Plan Diocesano de Pastoral 23-25 de nuestra Diócesis, que pueden ayudar a esta elaboración. Se espera que durante este curso que se inicia entre en juego el Proyecto Marco de pastoral con jóvenes en España, documento que está elaborando la subcomisión episcopal para la juventud e infancia y en la que hemos participado todas las delegaciones de juventud de España; texto que también será referente para nuestra pastoral.
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